mírame. no dejes de mirarme. tócame, deséame. acércate hasta mi alma de puntillas y ábrela de par en par, pide permiso y entra como un vendaval, sin dejar de mirarme, sin dejar de desearme, sin dejar de tocarme. suspírame, bésame, acaríciame. aférrate mi piel como si fuera la playa ansiada por un naúfrago sediento de arena. contémplame, hazme brillar, arranca besos y risas y sonrisas, aspira el olor de mi pelo, sumérgete en mí lenta como sube la marea en luna llena. mírame, mírame, mírame. no dejes de mirarme. mira como se dibuja el encaje sobre mi pecho, como se delinean mis curvas bajo los tirantes, como se adhiere el tul a la blanca piel de mi culo. mírame, mírame, mírame. no dejes de mirarme. adoro como me follas mientras me haces el amor contra los fríos baldosines blancos de la cocina, encaramada a tu vida, a tus manos, a tu alma, y no dejas de mirarme, mirarme, mirarme, amarme, mirarme y mirarme...
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jueves, 5 de diciembre de 2013
martes, 21 de mayo de 2013
des-vistiéndose
ella sonreía. la melena, recién alisada y negra como la noche, se deslizaba por la piel de su cara acariciándola cada vez que movía la cabeza. y la movía con lentitud...a un lado, al otro, dejándose acariciar. sonriendo. recién salida de la ducha la bata de seda se encaramaba perezosa sobre su piel desnuda y el olor del jabón, del vapor, de la crema recién extendida iba impregnando la casa a su paso. se había comprado unos zapatos nuevos, raso y tacón, tan altos como la luna y pensó que podría ponérselos para ir acomodando su cuerpo a la altura. a la sensación que solo unos taconazos pueden dar. a la sensualidad y el deseo oscuro que despiertan.
sonrió de nuevo, perversa. estaba desnuda bajo la bata. contempló los tacones en sus pies desnudos, dejando asomar apenas los dedos, insinuándose. estiró una pierna, luego otra y la seda de la bata resbaló sobre sus muslos. y entonces fué hasta el largo espejo de pie, a mirarse. lentamente. dejándose seducir por su propia sonrisa. recuperando el deseo, lentamente. deshizo la lazada de la cintura y deslizándola sobre sus hombros dejó caer la bata hasta el suelo.
permaneció así, sonriente, frente al espejo, lo que le parecióuna vida un instante, empapándose de belleza. haciendo latir el deseo desde lo más profundo de su alma. latiendo de deseo.
y se vistió lentamente. haciendo pasar las bragas por cada uno de esos tacones imposibles. subiéndolas en un gesto suave y único hasta el borde de la larga cicatriz recién estrenada. colocando sus pechos entre el encaje delicado de ese precioso sujetador azul, mientras sus pies daban pasos cortos, reacomodando su cuerpo, pausándolo. envolvió sus piernas en el algodón ligero de los pantalones. se deslizó la camisa de seda por los hombros y todos los colores ondularon sobre su pecho un instante, hasta quedar adheridos a su piel.
sacudió la cabeza una vez más. se contempló. lanzó una carcajada de puro placer.
sonrió de nuevo, perversa. estaba desnuda bajo la bata. contempló los tacones en sus pies desnudos, dejando asomar apenas los dedos, insinuándose. estiró una pierna, luego otra y la seda de la bata resbaló sobre sus muslos. y entonces fué hasta el largo espejo de pie, a mirarse. lentamente. dejándose seducir por su propia sonrisa. recuperando el deseo, lentamente. deshizo la lazada de la cintura y deslizándola sobre sus hombros dejó caer la bata hasta el suelo.
permaneció así, sonriente, frente al espejo, lo que le pareció
y se vistió lentamente. haciendo pasar las bragas por cada uno de esos tacones imposibles. subiéndolas en un gesto suave y único hasta el borde de la larga cicatriz recién estrenada. colocando sus pechos entre el encaje delicado de ese precioso sujetador azul, mientras sus pies daban pasos cortos, reacomodando su cuerpo, pausándolo. envolvió sus piernas en el algodón ligero de los pantalones. se deslizó la camisa de seda por los hombros y todos los colores ondularon sobre su pecho un instante, hasta quedar adheridos a su piel.
sacudió la cabeza una vez más. se contempló. lanzó una carcajada de puro placer.
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