Buenos días, mi hermosa amante, amiga, amada. Buenos días, mi preciosa niña de ojos verdes. Adoro como me miras y te derrites dentro de mi cuando me sonríes. Siempre, todas las veces, incluso aquellas en las que llegas tan segura de ti misma hasta mi orilla. Me entra esa risa feliz, suave, de quien siente la felicidad de los instantes y mi alma se abre de par en par para envolverte y arroparte.
Buenos días, mi amor. Llevo nueve años repitiéndolo cada día, y cada día lo saboreo despacio entre mis labios. A veces te lo susurro y a veces te lo escribo y siempre lo siento dentro de mi y te envio ese pulso fuerte de mi alma cada mañana, por lejos que estés, para que me sientas, para que me tengas, para tenerte, para sentirte.
Ya ves, que tonta. Perdidamente enamorada. Deliciosamente atrapada en un beso, una sonrisa, una caricia, una mirada. En un revuelo de años y sueños, de gentes y de experiencias.
Al final solo estamos tú y yo, amor. Todos los dioses saben que te amo con toda la fuerza de mi alma, lo he gritado a pulmón abierto por tierras, mares, desiertos, llanuras y oscuridades, me he encargado de que todos y cada uno de ellos lo supieran. Y al final de todo, al final de todas las esquinas, todas las historias, todos los debe y los haberes, solo estamos tú y yo amor. Y hoy solo quería recordarlo. Porque un día como hoy fue el principio de todos los finales. Cuando la tierra se abrió en dos para colocarse al fin en su lugar.
Buenos días, mi amor. Te amo.